El respeto a nuestro entorno, la responsabilidad social corporativa, la imagen de empresa, las normativas ambientales, los clientes y hasta los inversores: todo nos empuja a reducir la huella de carbono de nuestra actividad o producto

Cada vez es más conveniente conocer el origen y cantidad de las emisiones de CO2 asociadas a la actividad o al producto, esto es, su Huella de Carbono. Este primer paso permite abordar su reducción, comenzando por aquello que sea más económico o sencillo de modificar. Estas son las llamadas medidas de mitigación del cambio climático.

En toda actividad y producto, una parte de su huella de carbono es consecuencia de la energía que se ha utilizado para su producción y suministro. En muchos casos, la fracción procedente de la energía es muy importante o incluso la mayor. Sin embargo, esto no suele conocerse bien en muchos sectores de actividad. El hecho de que la energía proceda del exterior de la instalación hace que se olviden fácilmente sus emisiones asociadas y no se intervenga en su reducción o evitación. Esto es especialmente paradójico, ya que, simplemente sustituyendo la energía por otra de origen renovable, puede reducirse drásticamente las emisiones asociadas. Además, esta sustitución no afecta al desarrollo de la actividad, ni obliga a efectuar cambios en procesos que pudieran afectar al producto.

Además de la incorporación de energía renovable, también se puede intervenir reduciendo el consumo, adoptando medidas de eficiencia.

En función del tipo de actividad o producto, existen muchas otras posibles fuentes de CO2, además de la energía. Intergia ofrece a sus clientes la posibilidad de analizar sus procesos para calcular la huella de carbono, y si se desea, asesoramiento posterior para su reducción.